MUNDICIA / Rodrigo Soto

Una bitácora del día a día, mes a mes, año a año, con textos incómodos o inconexos, de esos que no encuentran cabida en otro sitio, hasta que la muerte u otro bicho o alimaña se aparezca o nos separe... paralelo10@correo.co.cr

lunes, marzo 09, 2009

MUERTE (Los días y sus dones, 1980-2001)

No es lo mismo la vida que se apaga que la que se destruye o se niega.
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Las pequeñas esculturas que acompañan las urnas funerarias etruscas parecen decirnos: “Aquí yace uno que gozó la vida”. ¿Puede pensarse en algo más distinto de las esculturas funerarias de la cristiandad, con sus Cristos desgarrados y sangrantes? Sin embargo, hay en ambas idéntica exaltación unilateral, pues la vida es gozo y sufrimiento, plenitud y muerte.
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El ángel de la muerte vino a verme anoche. Posó su mano sobre mi hombro y me habló al oído.
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Como a la inmensa mayoría, durante la adolescencia me atormentó la idea de morir. No soportaba la idea de abandonar el mundo sin haber resuelto el enigma. Ahora admito sin rencor la justeza de la muerte.
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Me impresiona que la mayoría de la gente viva como si fuera a hacerlo eternamente...
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No es casual que el término panteón haya devenido en sinó­nimo de cementerio: para los cristianos, los muertos están junto al Dios, participan de su divinidad... Con sus muertos, cada quien forma su pequeño "panteón" personal; hombres y mujeres a quienes "la risa de los dioses" les está vedada, pero que sonríen frente a las desdichas de los vivos.
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Tener presente la muerte se llama lucidez.
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Hay un momento de la vida cuando el cuerpo se hace consciente de que la muerte es real, y esa conciencia nos da un sentido maravilloso de la intensidad del instante.
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Es preciso aprender a vivir como Damocles, con la espada sobre la cabeza. Todos estamos sentenciados pero solo algunos tienen la fuerza necesaria para no dejarse intimidar, y eso hace la diferencia.
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Postrado en su lecho de muerte, expresó que sólo deseaba “sentir un gran dolor y morirse de una vez…” Me he preguntado mucho por qué su deseo del dolor, y la única respuesta que se me ocurre es que temía morir sin darse cuenta; peor aún, estar muerto sin saberlo. De ahí su necesidad de un campanazo, algo que le indicara sin lugar a dudas que dejaba este mundo…
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Sólo de algunos dioses se ha dicho que son todopoderosos, pero de nadie, creo, podría decirse que no tiene ningún poder. Aún la más desvalida y miserable de las criaturas se tiene a sí misma, así sea para decidir si continúa o no viviendo.
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¡Qué inútil trabajo el de la muerte!