Artículos de prensa

El pensamiento roto

Tinta fresca
Rodrigo Soto G

EI tiempo es un gran humorista: todo lo convierte en caricatura.

Creeré en la inteligencia artificial, cuando se invente una computadora capaz de reír.

Mucho de lo que llamamos inteligencia, no es otra cosa que valor.

Inteligencia es el arte de transformar las debilidades en fortalezas.

Para cruzar el río se necesita mucho más valor. El primer paso es fundamental, pero sin la perseverancia, la claridad y la decisión sostenidas, todos los progresos realizados se perderán sin remedio, y muy pronto te descubrirás en la misma orilla, más atemorizado y confundido que al principio.

Es su manera de reaccionar frente al cambio, lo que nos revela la naturaleza más íntima de los seres y las cosas.

Miro a algunos amigos que roen una idea durante años, le explotan todas sus aristas, la hacen polvo y la vuelven a armar. Yo "paso sobre las ideas", sigo de largo, ¿en busca de qué?

Lo único que sabemos son las preguntas.

No diré que sé lo que ignoro, ni que ignoro lo que sé. Estas notas hacen más real, más verdadero, mi "diálogo interior".

Me desquito con el pensamiento aforístico: toda mi vaguedad se concreta aquí.

Por supuesto que la destructividad está profundamente arraigada y extendida por donde quiera que uno mire, pero el dilema, la opción que se nos plantea siempre, es si vamos a reafirmarnos en ella, o si estamos dispuestos a intentar y a luchar por algo diferente.

El infierno es la conciencia del dolor y el sufrimiento infringido a los demás.

¿Qué es lo que nos lleva a repetir, una vez tras otra, aquellas cosas que nos hacen infelices? Acaso la sospecha de que ahí, el algún punto del camino que nos conduce al error, se encuentra la clave, el secreto de nuestra felicidad...

Existe un límite sutil, en cierta medida ambiguo, que una vez traspasado, resulta, sin embargo, clarísimo para todo el mundo (excepto, quizás, para quien lo cruzó), y es el que distingue la actitud crítica de la amargura profesional. El amargado rechaza de oficio, en todo ve intereses sospechosos y ocultos; es incapaz de aceptar la buena fe de nadie, porque él mismo la perdió hace mucho. Por eso me resultan sospechosos los que de todo y de todos sospechan.

Aspiro a transformar el desconcierto -siempre abundante, puesto que no hay duda de que somos criaturas desconcertantes-, no en amargura, sino en un cierto asombro escéptico.

Crecer es aprender a distinguir nuestras fantasías, adentrarnos progresivamente en los distintos niveles de la realidad, incluyendo los más fantásticos.

Una flor puede ser una revelación de la verdad del mundo.

Hay cosas para las que uno siempre sigue siendo un niño.

¡Hay que dejar de creer en las soluciones mágicas!

Lo más difícil de aceptar, es que ninguna relación humana, por intensa, profunda o apasionada que sea, resolverá los problemas de tu vida en especial, el problema básico de darle sentido.

Si se te quiebra una copa, tendrás felicidad; si te quiebran dos, eres un torpe.

Era la clase de imbécil capaz de pensar que, si derramar sal es de mal augurio, derramar azúcar le traería buena suerte. ■

Citar como:
Rodrigo Soto. «El pensamiento roto» Revista dominical, La Nación. 6 de junio de 1999. Página 23