Libro
Rodrigo Soto
Han pasado casi 20 años desde que Anacristina Rossi publicara su novela María la rwche (Lumen, 1985). En ese lapso, publicó la nouvelle La Loca de Gandoca (EDUCA, 1992), a la que no obstante su éxito editorial hemos de considerar una obra menor, y los desiguales relatos incluidos en la colección Situaciones conyugales (REI, 1993). De este modo, la sensación de que la autora de María la noche estaba en deuda con los lectores era, creo, bastante generalizada. Hoy, con la publicación de su novela Limón Blues (Alfaguara, 2002), me atrevo a afirmar que la deuda ha sido saldada, pues con ella, Rossi retoma la senda de su mejor narrátiva: rigurosa, profunda y de largo aliento.
En esta ocasión, la autora lanza una mirada retrospectiva a la historia de la inmigración antillana - particularmente la jamaiquina- a la costa caribe costarricense. Por ~no, la novela de Rossi se relaciona con otras que, en años recientes, han abordado desde distintos ángulos ese mismo tema: Calypso, de Tatiana Lobo, La Flota Negra, de Yazmin Ross, así como con la de los autores afrocostarricenses, en particular la de Quince Duncan. Sin embargo, y sin ser un especialista en la materia, tengo la impresión de que ninguno de los intentos anteriores había sido tan abarcador y riguroso en su afán de recrear la historia de esta inmigración.
La novela se teje alrededor de la historia de tres personajes principales -los jamaiquinos Orlandus Robinson y su mujer, Irene, y Leonor, una aristócrata costarricense (es decir, ticomeseteña)-, cuyas vidas se cruzan en diferentes momentos y circunstancias. A partir de ellas, la autora reconstruye con trazo firme y abundante documen- tación una de las facetas más ricas, pero también más relegadas, de la historia contemporánea del país: la de los antillanos, que a partir de finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX llegaron a las costas limonense y talamanqueña y cambiaron para siempre la fisonomía de nuestra nación.
En esta historia -y en la vida de los personajes que conducen la narración-, jugará un papel determinante la U.N.I.A., el movimiento político fundado por Marcus Garvey, cuyo programa aspiraba en última instancia a la repatriación de todos los negros al África. La mirada que nos propone la autora sobre ese movimiento y sobre su carismático líder dista de ser simplista o apologética. Por el contrario, trata de ahondar en las contradicciones que lo tensaron y que, en última instancia, condu- jeron a su fracaso. Asimismo, la novela dibuja el papel que jugó el enclave bananero de la United Fruit Company, no solo en la vida de estos inmigrantes, sino en la de toda la nación costarricense.
Sabia amalgama
En conjunto, la novela arroja una visión muy diferente de la que la mayoría de los costarricenses tenemos de esa zona del país y de ese momento de la historia, y nos propone un Limón cosmopolita y dinámico, mucho más vinculado con el extranjero de lo que estaba entonces el resto del país. Y aun cuando en lo personal he tenido la impresión de que algunos trazos de ese dibujo están un tanto magnificados o idealizados, uno termina de leer el libro con la convicción de que ahí se encuentra una imagen aproximada -y en todo caso mucho más completa de la que hasta entonces teníamos- de esa parte de la historia del país.
Aun tratándose de una novela rigurosamente documentada, en ningún momento la obra deja de ser eso: una novela. Y la autora se encarga de recordárnoslo, no solo mediante la construcción de per- sonajes ricos y complejos, que son quienes en todo momento condu- cen los hilos de la trama, sino también con algunas escenas que, alejándose del tono documental que impregna la obra, se adentran decididamente en la imaginación poética y literaria. Salvo algunos detalles que más allá de su realidad histórica resultan poco verosímiles -como una copia fotostática en los años veintes-, la novela resulta convincente desde el punto de vista histórico. Más importante aún, resulta convincente y con frecuencia apasionante como relato novelístico. Quizás por momentos la narración se hace demasiado atropellada y los lectores hubiéramos agradecido alguna pausa o signo tipográfico que separara las escenas, pero estos detalles carecen de relieve al lado de la fuerza narrativa y de la riqueza documental de la obra.
Novela en donde la recreación histórica, el apunte político, la reconstrucción cultural y el dibujo psicológico se armonizan y amalgaman sabiamente, Limón Blues se anuncia como la primera parte de un díptico cuya segunda parte esperamos desde ya los lectores.
Citar como:
Rodrigo Soto. «Deuda saldada» Áncora, La Nación. 16 de febrero del 2003 . Página 6.