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La muerte siempre está cerca
Carlos Porras

La segunda edición del libro de cuentos Mitomanías , de Rodrigo Soto, nos permite observar los primeros pasos de un escritor que se convirtió en uno de nuestros narradores actuales de mayor vigencia. Galardonado con el Aquileo Echeverría 1983, este es un libro cuyos relatos muestran la cercanía siempre ascendente de la muerte y la tragedia.

Todos los cuentos de Mitomanías tienen un tono trágico y muchos de ellos concluyen o transcurren alrededor de una muerte. No se trata sin embargo, de un ejercicio morboso centrado en el dolor, sino más bien en una demostración de cómo de cómo los hechos más tristes suceden por lo general en un día cualquiera y sin previo aviso.

La serenidad en que parece desarrollarse la vida de los protagonistas es rota de repente por una tragedia imprevista, tan sorpresiva que no deja espacio a la reacción.

El narrador no se concentra en la descripción de detalles ni de emociones, sino que, tranquilamente y con la mayor naturalidad, se limita a relatar hechos y diálogos de los involucrados.

Una niña recuerda lo doloroso que fue abandonar su casa tras el suicidio del abuelo quien, contrariado por apuros económicos, un día apareció colgado en su dormitorio. Además del abuelo, perdieron la casa llena de recuerdos y debieron trasladarse a una zona rural, lejos del barrio de la infancia. Muchos años después, ya casada y envuelta en la vida nómada de las familias más pobres siempre en busca de un alquiler más barato, su marido le anuncia que se mudarán a un cuartito de una vieja casa. El día de la mudanza, la niña convertida en señora se lleva la sorpresa de que va a vivir en la misma casa de su infancia, cuyos cuartos están convertidos ahora en apartamentitos donde se apretujan familias numerosas de escasos recursos. No resiste la tentación de asomarse al cuarto del abuelo y descubre, en medio del tumulto y de los chunches de los habitantes actuales, que la soga aún continúa colgada del cielo raso y sin haberla siquiera notado, hay un niño jugando debajo.

Un trabajador recuerda con admiración y cariño a un hombre de espíritu libre que quien sabe por qué extrañas circunstancias acabó siendo compañero suyo en el taller. Melenudo y ajeno a todo convencionalismo, era un hombre que soñaba con alejarse de las máquinas y vivir en libertad lo más cerca posible de la naturaleza. Idea realmente difícil de comprender para sus compañeros, quienes más bien eran hijos de campesinos que nacieron y crecieron al lado de la tierra, pero a diferencia del melenudo, creían que vivir en la ciudad y trabajar con las máquinas significaba acceder a una vida mejor. A pesar de tener aspiraciones y visiones del mundo distintas, los operarios lo admiraban y con frecuencia hasta le hacían rueda para oírlo hablar de sus ideas y andanzas. El taller no era lugar para él. Todos sabían que no le gustaba estar allí y cuando comenzó a trabajar horas extras todos supieron que lo hacía solamente para reunir el dinero que le permitiera marcharse tras sus sueños. . Nunca lo pudo hacer porque una noche, mientras trabajaba en el taller completamente solo, el torno atrapó su melena y al día siguiente sus compañeros comprendieron que el largo de su cabello fue la duración de su agonía.

Más adelante encontramos cuentos de bebés que, tras su nacimiento en vez de acabar en una cuna rodeada de almohadones terminan en un frasco con alcohol; crímenes pasionales absolutamente inevitables porque, ante el estado de las cosas, si él no la mataba a ella, ella lo mataba a él y reflexiones nihilistas de fuerte sabor amargo.

Lo dicho: Mitomanías es un libro de cuentos lleno de dolor, de fuerte tono trágico y en el que la muerte es protagonista principal. Pero gracias al manejo literario que Soto le da a sus narraciones, logra evitar que caigan en lo mórbido o en lo grotesco.

Con una prosa de gran sobriedad y ajena a toda pretensión grandilocuente, el autor supo dosificar acertadamente los silencios. A pesar de lo terrible de los temas que trata, Soto, siempre supo qué tenía que decir y que tenía que callar para poder invitar al lector a observar, más que el acontecimiento, el trasfondo emocional y vital en que ocurrió.

Pero no todo se va en recuento de desgracias. Un par de cuentos son de construcción más experimental y constituyen reflexiones tal vez demasiado extensas y divagatorias en las que, curiosamente, es donde resulta más evidente la juventud e inexperiencia del autor. Aunque hay quienes admiran a Soto precisamente por sus incursiones en la prosa poética experimental, al menos en Mitomanías resulta claro que los mayores aciertos brillan en los cuentos de factura convencional.

Particularmente dignos de mención resultan los siete cuentos brevísimos que, recogidos bajo el título de “Microcosmos”, cierran el libro. Comprimidos casi podríamos decir que a la mínima expresión, aparecen allí entre otras cosas, la tragedia que significa la muerte del perro de un ciego, la verdadera razón del sacrificio de Juan Santamaría y una broma de mal gusto que la dura realidad vengó después.

En el terreno de la brevedad es, por cierto, donde Rodrigo Soto muestra más vivamente la habilidad de su pluma. En el relato corto, más que en el extenso, es también donde este escritor ha cosechado sus mayores triunfos de crítica y de público.

“Mitomanías”, publicado cuando Rodrigo Soto apenas tenía veinte años de edad, fue el libro de este escritor que, actualmente, es uno de nuestros narradores de mayor vigencia. Esta primera incursión en el terreno de las letras fue galardonada con el premio Nacional Aquileo Echeverría de cuento 1983.

Soto es autor además de otras colecciones de relatos: “Dicen que los monos éramos felices” (1996) y “Figuras en el espejo” (2001), así como de las novelas “La estrategia de la araña” (1985) y “Mundicia” (1992) y el poemario “La muerte lleva anteojos” (1990).

Este año, la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, ha publicado la segunda edición de Mitomanías , lo cual es un paso en verdad importante en la carrera literaria de Soto ya que, pese a contar con una trayectoria bastante larga y activa en las letras, esta es la primera vez que un libro suyo tiene una segunda edición.

Publicar un libro, francamente, está al alcance de cualquiera, pero lograr que una editorial de prestigio lance una segunda edición es ya señal de cierta solidez.

La reedición de Mitomanías , permite que los lectores contemporáneos se pongan en contacto con los primeros pasos de un escritor que, veinte años después, ha sido antologado y criticado ampliamente y forma parte, como ya se dijo, del grupo de escritores actuales más reconocidos y en boga.

Esta segunda entrega del libro forma parte de la colección “Vieja y nueva narrativa costarricense”. La edición es muy agradable y viene con un acertado prólogo de Alfonso Chacón. No está claro si es el mismo que se consigna como encargado de la corrección de pruebas pero, de tratarse de la misma persona, es evidente que hizo mejor el trabajo de prologuista, puesto que el libro viene con cierto número de erratas, un par de ellas bastante simpáticas.

Tiempos del Mundo, noviembre del 2002

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