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Vistazo literario
Febrero, 2005, La República
Arnoldo Mora

Decía Hegel que el gran valor que tiene el arte literario, además de su dimensión propiamente estética, es que no es más que el reflejo de los grandes conflictos políticos y sociales que se agitan en el seno de una determinada sociedad en un determinado momento histórico de su desarrollo.

Si esto es válido para todos los géneros literarios, lo es más para la novela, ya que ésta refleja la incapacidad de la razón, sea ésta filosófica, científica o tecnológica surgida en la modernidad, de dar cuenta de la irracionalidad por no decir del absurdo circundante. Esta dimensión de lo irracional de la existencia se expresó en la Antigüedad clásica mediante la narración mítica y en la Edad Media mediante la especulación teológica.

Por eso desde el Renacimiento, es decir desde el nacimiento mismo de la modernidad, la novela nace y florece porque responde a esa necesidad social, hasta el punto de lograr con notable éxito sustituir a sus antecesores míticos y teológicos de la Antigüedad y Edad Media, al decir de Sábato, dado el carácter laico y racionalista de nuestra época.

Por eso en tiempos de incertidumbre, de búsqueda existencial y colectiva, de cambio de época como los que vivimos, el relato novelístico constituye un elemento indispensable para intentar asumirse como ser humano, dentro de su propio tiempo, para comprender la época que uno vive y frente a la cual carece de distancia crítica y de parámetros axiológicos para entenderla.

Esto explica la creciente producción en el género novelístico de los últimos años en la región centroamericana. En el caso de Costa Rica, tan solo me referiré a una novela corta de un autor que pertenece a las vanguardias de nuestro medio literario. Me refiero a la novela corta “El nudo” de Rodrigo Soto (Ediciones Perro Azul, San José, 2004). Muy bien estructurada en su género, la obra rompe con la tendencia estética cultivada por su autor hasta el presente, pues Soto junto con Carlos Cortés se encuentran en mi opinión dentro de los mejores creadores literarios de su generación, pero ambos pertenecen a las vanguardias.

La novela que comentamos, por el contrario, es de una estética enmarcada dentro del realismo psicosocial, pero cercana a la autobiogarafía. Se trata del testimonio de una generación en el sentido orteguiano de la palabra, incluso de una generación que podríamos calificar de “perdida”, para emplear una palabra que Ernesto Cardenal ha vuelto a poner de moda como título reiterado de una autobiografía que ya abarca varios tomos.

Soto por el contrario, no habla explícitamente de sí mismo sino de sus amigos y amigas, o más exactamente de sus sueños juveniles que desembocaron en la tragedia, en la frustración e, incluso en la delincuencia….Triste destino de esa clase media urbana de la década de los 70 que fue la suya. La obra merece destacarse como testimonial y por su marcado sabor existencialista muy al estilo de esos años con sus sueños adolescentes que hoy no son más que una página literaria.

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