Comentarios
Comentarios
El nudo, hacia una interpretación de la narración∗
Anne - Claire PAINGRIS
Université Lumiere, Lyon 2


El nudo, la última y cuarta novela de Rodrigo Soto (únicamente difundida en Costa Rica con un tiraje de unos 500 ejemplares hasta hoy) nos interesa particularmente ya que el telón de fondo geográfico y temporal de su narración se basa en la urbe josefina principalmente durante las tres últimas décadas del siglo XX. Mediante una visión caleidoscópica constituida por vaivenes temporales, descubrimos los veinticinco años de vivencias y vicisitudes de un grupo de personajes que, de adolescentes, compartieron amistad. Conforme el lector anuda y desanuda las diversas cuerdas temporales que tejen el nudo gordiano de la novela, va reuniendo las piezas esparcidas del rompecabezas. A medida que nos adentramos en el tiempo biográfico de los personajes se va elaborando una radiografía de la identidad costarricense tanto como un retrato del individuo que la constituye. Penetramos en el mundo interior de los personajes, entramos en su psique y compartimos hasta sus frustraciones, deseos y amarguras más íntimos. En este escenario, la capital josefina aparece como un espacio que lo contiene todo y representa un verdadero macramé de existencias imbricadas. En realidad, la urbe aparece como el laberinto de todos los posibles en el cual, a fin de cuentas, prevalecen la incomunicación, la soledad, la violencia, la derrota y la frustración individual.

Además de ser un retrato de la clase media, pareciera que El nudo convocase al lector a un viaje más universal en el cual nuestras decisiones, nuestros actos y sus consecuencias son examinados con rayos equis. En realidad, más allá de un cuestionamiento existencialista la novela interroga las fronteras, los límites tanto éticos como sociales en los cuales conviven los individuos.

Es como si los personajes de la narración, cual funámbulos, deambulan, oscilan y derivan en el hilo de su existencia, sumergidos en un “entredós” ético, social y existencial revelador de la situación social costarricense y, más allá, del Hombre frente a su destino.

1- El título:
El nudo, título tanto sugestivo como metafórico, atrapa el lector en el microcosmos novelesco y pone de relieve una primera clave de lectura que va afinándose a lo largo de la narración. En efecto, la figura del nudo se impone en el relato desde una perspectiva metafórica y constituye implícitamente una “mise en abyme” de los diversos niveles de interpretación. Lo interesante es ver cómo la lectura de la novela nos incita a explorar los diversos significados del término. Anudando, desanudando y reanudando los hilos de la narración el lector va reconstituyendo el patrón de la novela. En cierta forma, es como si el relato mismo fuera este hilo de coser, esta cuerda sobre la cual los personajes y los acontecimientos se imbricarían para constituir los nudos del macramé novelesco.

Basándonos sobre los significados principales de la palabra “nudo” elaborados por María Moliner podemos destacar tres niveles de interpretación de la novela. Por un lado, la figura del nudo alude a lo que une los personajes entre sí, es decir, a la amistad que compartieron de adolescentes. Desde este punto de vista, el nudo representa este “punto de unión en donde se cruzan o de donde arrancan varias cosas”. La figura del nudo como “nudo amistoso” representa uno de los principales argumentos de la narración y desempeña el papel de “ lazo, ligadura, vínculo” que enreda las trayectorias individuales de los cinco personajes que son : Johnny, Luis, Jaime , Norma y Sonia.

El segundo nivel de interpretación sugerido por la palabra nudo nos invita a entenderla, como la “principal dificultad o cuestión que hay que resolver en un asunto”. Más precisamente, en la novela aludiría al “ punto, al drama o a la narración cualquiera en donde se condensa el interés, antes de llegar al desenlace” que se materializa en la narración mediante el proceso de desagregación del vínculo amistoso, causado por el hallazgo casual de los paquetes de droga, en el capítulo cuarto de la novela.

El tercer significado al cual parece apuntar el título de la novela pone de manifiesto su dimensión metafórica. En efecto, la palabra “nudo” aparece como la metonimia de la metáfora final del relato es decir, la del “trasmallo de los pescadores”, que aparece dos veces de manera explícita en la narración. La primera vez, desde un nivel anecdótico, en el capítulo 4, cuando Luis enreda uno de sus pies en el trasmallo de los pescadores del pueblo. La segunda vez, parece recobrar su máxima expresión simbólica en la metáfora final del capítulo 12:

« Mientras tanto, en algún resquicio del pasado, como si también estuviesen atrapados en el tiempo, los caricacos continúan batallando bajo la luz del sol indiferente, para librarse del trasmallo que algún pescador del pueblo tendió entre dos árboles, acaso para repararlo. Escuchemos la percusión inconfundible, como de piedrecillas que se quiebran, de sus conchas que chocan entre sí. »

La dimensión simbólica de la metáfora que clausura el relato parece sugerir la dimensión metaliteraria de la novela que se revela implícitamente a través de la imagen del trasmallo de pescador y de los caricacos, que aparecen como figuraciones del proceso creativo. En realidad, el trasmallo parece evocar el espacio de la novela misma, el universo novelesco, en el cual oscilan los protagonistas – esos seres de papel – presos de la red. Con esta perspectiva, el espacio novelesco se convierte en el filtro mediante el cual el escritor materializa, capta y pesca los elementos de una realidad que recrea. Desde este punto de vista, la novela parece ser un entrelazamiento comparable a una red, un trasmallo en el cual la figura del nudo parece ser la malla esencial del tejido. La principal consecuencia de tal proceso radica en el hecho de que tanto la forma como el contenido de la narración se confunden. A este propósito, conviene recordar las palabras de Carlos Cortés, escritor costarricense contemporáneo de Rodrigo Soto, sobre este fenómeno:

« Nuestro escritor ha logrado, en palabras del escritor argentino Ricardo Piglia, hacer que la forma del relato sea justamente su contenido. »

Estas palabras de Ricardo Piglia retomadas por Carlos Cortés insisten en la superposición de la forma sobre el contenido y refuerzan el carácter metafórico y metaliterario de la narración, procedimiento que seguiremos profundizando a lo largo de nuestro análisis de la teoría de la novela.

En resumidas cuentas, podemos decir que el título de la novela es a la vez sugestivo y metafórico y representa la cinta invisible que sella el relato.

2- Los epígrafes:
Antes de entrar en el universo novelesco propiamente dicho de El nudo parece interesante detenernos sobre los tres epígrafes que abren el mundo novelesco. El primer epígrafe presenta un extracto de la novela de Víctor Hugo, titulada El hombre que ríe publicada en 1869. El segundo epígrafe son palabras recogidas de la pluma de Antón Chéjov, en su relato corto titulado El duelo, publicado en 1891. El tercer epígrafe, anónimo, cultiva la ambigüedad en cuanto a la identidad de su autor, sin embargo dichas palabras parecen ser las del autor, Rodrigo Soto.

Los tres epígrafes que introducen la narración parecen desempeñar una doble función. Por un lado, corresponden a la voluntad de enmarcar la novela en una legitimidad intelectual, representada por dos próceres de la literatura extranjera que son respectivamente Víctor Hugo y Antón Chéjov. Más allá, parece interesante pensar que su presencia permite insertar la novela en la perspectiva de un diálogo con ambas autoridades literarias. Por otro lado, inscribiendo la narración en una doble tutela intelectual (tanto filosófica como moral), Rodrigo Soto confronta tres reflexiones de tipo metafísico que adquieren una función ejemplarizante con respecto a la narración.

a) El primer epígrafe:
El primer epígrafe formula un cuestionamiento de tipo filosófico en los siguientes términos:

« ¿Puede la hoja negar obediencia al viento ? ¿ Puede la piedra negar obediencia a la gravitación? Cuestiones materiales que son también cuestiones morales. »

Refiriéndose a dos leyes universales que rigen nuestra representación del cosmos, V. Hugo interroga aquí el carácter ineludible e irreversible de la ley de gravedad, mediante la expresión “negar obediencia.” En cierto modo, su reflexión intenta pensar la posibilidad de escapar a la irreversibilidad de dichos fenómenos naturales, desafiando leyes científicas. Concluye esas dos interrogaciones llamando la atención sobre el valor tanto material como moral de su contenido. Desde una reflexión metafísica, es interesante ver cómo “la hoja” y “la piedra” adquieren un valor alegórico que pone en escena la conducta humana. Aquí V. Hugo se interesa por las leyes de la Moral que condicionan y determinan nuestros actos interrogando sus fundamentos y los límites que imponen.

b) El segundo epígrafe:
El segundo epígrafe constituye un postulado enunciado por Antón Chéjov sobre el tipo de conducta que define a los seres humanos frente a una situación adversa:

« Solamente la gente honesta y los pillos pueden encontrar una salida a cualquier situación, pero el que quiere ser a la vez honesto y pillo, ése no tiene salida.»

Estas palabras de A. Chéjov proponen una interpretación esquematizada de la sociedad en cuanto a las conductas humanas y sus características frente a la rueda de la vida. La afirmación de A. Chéjov se presenta en efecto como un hecho ineludible y da pruebas del determinismo social que empapa su análisis. En efecto, con cierto rigor científico, A. Chéjov procede a una sistematización de los comportamientos humanos que, según él, se dividen en dos categorías. Por un lado, “la gente honesta” imagen emblemática del Bien y de la Moral y por otro lado, “los pillos”, imagen emblemática del Mal aparecen como las dos caras de una misma moneda. Dentro de esta representación maniqueísta de la sociedad humana, A. Chéjov parece rehusar la posibilidad de un entre- deux moral, en el cual la conducta humana podría oscilar entre dos aguas y alternarse, es lo que subraya cuando dice : “el que quiere ser a la vez honesto y pillo, ése no tiene salida.” De hecho, la clasificación del naturalista ruso desvaloriza la dualidad y la heterogeneidad de los comportamientos humanos.

b) El tercer epígrafe:
El tercer epígrafe se caracteriza por su carácter anónimo. Se inserta perfectamente en el marco de un diálogo con los dos epígrafes anteriores profundizando la reflexión metafísica acerca de los actos humanos desde otra perspectiva:

« Piedras que lanzo sobre la superficie del río: mis actos se multiplican y expanden en incesantes círculos.»

Al contrario de los argumentos posteriores, partiendo del relato de una experiencia personal, el “yo” elabora un paralelismo interesante entre una experiencia de carácter físico que lo lleva a una observación de carácter metafísico. En efecto, la estructura de la frase se basa en dos enunciados separados por los dos puntos de puntuación que aíslan la experiencia del resultado o consecuencia de dicha experiencia. En cierto modo, los dos puntos establecen una simetría entre los dos enunciados de la frase estableciendo un paralelismo entre la palabra “piedra” y la palabra “mis actos”. En esta perspectiva, quizá podamos considerar el enunciado de la manera siguiente:

“Como piedras que lanzo sobre la superficie del río, mis actos se multiplican y expanden en incesantes círculos”.

La figuración del acto humano mediante la imagen de “ la piedra” que cae en el río, -imagen emblemática en literatura del tiempo que transcurre - nos lleva a un paralelismo entre el mundo natural y el mundo humano. Aquí es interesante notar que la metáfora elabora una figuración emblemática de las conductas humanas y de sus repercusiones en el tiempo. El resultado de dicha experiencia adquiere un doble sentido en la medida en que no sólo apunta hacia el resultado del hecho meramente científico, sino también a una reflexión de orden metafísico que adquiere un contenido metafórico en relación con los actos individuales y sus repercusiones. En este escenario, el “agua del río” no sólo se convierte en el espacio depositario de la piedra sino también en el espacio temporal en que los actos humanos caen como piedras y “expanden en incesantes círculos”. La imagen de los “círculos incesantes”, imagen de carácter visual aparece como una figuración de las consecuencias de los actos humanos en el tiempo, es decir sus impactos.

Debemos conceder singular relevancia a la presencia de estos tres epígrafes ya que anuncian el argumento central sobre el cual se construye la novela, insertándola en una reflexión metafísica que trata de la conducta humana, más precisamente de los actos humanos y sus repercusiones en el tiempo vital de los protagonistas. Mediante el epígrafe de V. Hugo y el de A. Chéjov vemos que este tema de reflexión nos conduce a cuestionar tanto los límites establecidos por la Moral como la naturaleza compleja y dual del ser humano. En la narración, es precisamente a través de la trayectoria vital de cada uno de los cinco personajes que el lector se ve sumergido en el plano de la acción novelesca e individual que determine sus comportamientos. Tal vez resulte interesante precisar que el primer título de El nudo en una versión anterior a la definitiva, era “La consecuencia”. En realidad, dicha propuesta viene a confirmar la voluntad de un mismo enfoque metafísico en cuanto a la narración. Sin embargo, un título como El nudo parece reforzar y materializar lo simbólico y lo sugestivo del contenido narrativo.

3- El pacto de lectura: un relato de la génesis
Desde las primeras líneas del íncipit, las reglas que configuran el pacto de lectura se ven explícitamente enunciadas por un narrador-escritor omnisciente que se dirige al lector, en los siguientes términos:

« Aquí sucede solo lo que yo escribo, pero sin tu ayuda nunca llegaremos al final, y ese desgarbado, miserable harapiento que se dispone a cruzar la calle con las primeras insinuaciones del día – apenas la sospecha, la premonición de un amanecer-, nunca podrá hacerlo. Permanecería entonces el tiempo congelado, el amanecer en suspenso y el miserable ahí, a un lado de la carretera, paralizado como estatua de sal. Nada sucedería. Solo tu deseo y mi palabra, o tu palabra y mi deseo, o lo que nace de su encuentro, puede dar inicio al tiempo, poner en movimiento los hilos de la trama y empujar al sol para que continué su lento pero incontenible ascenso.»

Tomando la palabra desde el tiempo presente de la enunciación materializado en el “aquí”, espacio del discurso escrito, el narrador toma el poder del relato y se presenta como el dueño de las palabras que lo constituyen. En este escenario novelesco, aparece como el dios todopoderoso de los acontecimientos : lo ve todo, lo sabe todo y lo escribe todo. Cumpliendo con los requisitos tradicionales del pacto de lectura, destila a su lector los rasgos constituyentes del relato para permitirle entrever la línea depurada de la historia. Congelando la acción, el narrador-escritor reafirma el poder que tiene sobre el curso de los acontecimientos y erige la supremacía del verbo creador del cual vemos nacer los elementos primarios de la narración. La novela se abre sobre una acción contenida y ubicada en un no lugar, (este “aquí” en el cual se ve paralizado un miserable en una carretera), en un no tiempo (“la premonición de un amanecer”), con un personaje inmovilizado como una estatua en medio de una carretera.

En este escenario, el pacto de lectura adquiere una dimensión metafórica, retomando los códigos de la estructura del relato bíblico, particularmente los del Génesis. En efecto, el génesis del mundo novelesco se elabora mediante dicho narrador – escritor que convoca a la existencia con su palabra a un lector, a un protagonista dentro de un tiempo y un lugar. La imagen de la estatua de sal en la cual se podría convertir el miserable remite explícitamente al mito bíblico de Sodoma y Gomorra y viene a reforzar el papel decisivo del narrador, que conforme avanzamos en la lectura hace varias incursiones que lo imponen como amo de la narración.

La dinámica de estas primeras líneas parece condicionada por un contrato explícito cuyos términos ponen de relieve el espacio de entre-deux que une el lector al narrador-escritor:

« Aquí sucede solo lo que yo escribo, pero sin tu ayuda nunca llegaremos al final.[...] Solo tu deseo y mi palabra, o tu palabra y mi deseo, o lo que nace de su encuentro, puede dar inicio al tiempo, poner en movimiento los hilos de la trama y empujar al sol para que continué su lento pero incontenible ascenso.»

Aquellas palabras ponen de realce la presencia de un “yo” (narrador-escritor) que se dirige a un “tú” (lector) en la perspectiva de construir un diálogo en el cual ambas entidades se fecundan en un “nosotros” novelesco. En realidad, parece que el pacto de la novela se sella en el nudo simbólico y dialogado que une al narrador –escritor con su lector, imbricándolos en la perspectiva de una comunicación fusional, reveladora del entre-deux novelesco. La simetría contenida en la segunda frase de este fragmento da pruebas del eco que se instaura entre las palabras, “Solo tu deseo y mi palabra, o tu palabra y mi deseo” creando un « efecto de espejo » que se establece entre ambas. Es como si “ tu deseo” se reflejara en “mi palabra” y a la inversa. Este eco perceptible en la estructura misma de la frase nos hace oscilar entre dos polaridades donde el “mi” y el “tu” se miran y se contestan a través del espejo de la palabra escrita.

Según el análisis de Corinne Mencé-Caster, la noción de entre-deux puede entenderse como un “inter-deux”, es decir el espacio de una “intersección fructuosa”. En efecto, en la perspectiva del pacto de lectura vemos cómo ambas entidades se reconocen e interactúan en el seno de la narración mediante la palabra escrita que se convierte en el espejo por el cual lector y narrador-escritor se miran y dialogan entre sí. En cierto modo, es como si el tejido novelesco fuera este espejo que les permite reconocerse y contemplarse. La palabra escrita se convierte en una palabra leída que refleja y sugiere el papel decisivo que desempeñan ambas entidades en la existencia de la narración. Es precisamente en estos términos que la narración aparece como el espacio del entre-deux, en el sentido en que no sólo representa el espacio de un encuentro sino también el nudo que sujeta el universo ficcional al universo real. A este propósito, conviene recordar las palabras del escritor y teórico de la literatura costarricense, Carlos Cortés, quién analiza el pacto de lectura de El nudo, en los siguientes términos:

«El nudo es una novela sobre la construcción de lo real y esta clave de lectura se nos revela desde la primera frase y no nos abandona hasta el final.[...] Este arranque narrativo nos condensa ya desde el principio [...] pero también nos dice la concepción del relato, del tiempo narrativo y también la definición de la literatura que nos propone el texto. Como sabemos, cada novela a diferencia del cuento, postula una teoría de la literatura.»

Estas palabras de Carlos Cortés nos permiten poner de manifiesto un aspecto clave de la novela, la dimensión metaficcional. En efecto, con el pacto de lectura nos damos cuenta que el mismo proceso de creación de la narración se ficcionaliza mediante la intervención del narrador-escritor. Más allá de su función tradicional, el pacto de lectura postula implícitamente una teoría de la novela que aparece explícita en el discurso del narrador-escritor que se presenta como el portavoz del universo novelesco. Mediante su discurso, el lector se ve invitado a participar activamente en la elaboración de la ficción tomando conciencia de las reglas que definen el juego. El “yo-escritor” aparece como la entidad designada para contar una historia cuyas raíces nacen de la pura acción novelesca, materializada textualmente en el verbo “suceder”. Al inicio de la narración, este verbo parece cumplir una función clave que sumerge al lector en el plano de la acción novelesca. Se repite tres veces en las primeras líneas del íncipit : la primera vez, en la primera línea el verbo aparece al presente del indicativo “sucede”; la segunda vez, en la línea 8 del primer párrafo, el verbo aparece en condicional “sucedería”, la tercera vez aparece el verbo al infinitivo “ lo que va a suceder”. Parece importante notar que si la primera ocurrencia del verbo “suceder” desencadena el inicio de la narración, la segunda y la tercera ocurrencia del verbo permiten congelar más la acción, conteniéndola en este “suceder en suspenso” que se materializa en el paso que el miserable se dispone a dar. Mediante este verbo, el narrador – escritor agudiza la curiosidad de su lector y crea las condiciones del suspense novelesco que se concentra en la inmovilidad del personaje.

Más allá, debemos notar que el verbo “suceder” alude, de manera implícita, al mero proceso de contar una historia que se hace explícito al lector mediante las reglas del pacto de lectura enunciadas por el narrador-escritor. En efecto, la historia que está a punto de narrar parece nacer de este “suceder” y depender del ocurrir de la acción. A este propósito, conviene detenernos sobre un texto ensayístico, inédito, titulado Todas las narrativas derivan del mito escrito por Rodrigo Soto en el año 2002:

«Según mi propia experiencia, las narraciones son relatos en donde algo le sucede a alguien. Así de simple. Ahora bien, cuando decimos que algo le sucede a alguien, debemos preguntarnos sobre lo que significan las palabras “algo que le sucede”. [...] Algo nos sucede, y creo que todas las historias que leemos o que vemos se refieren a ello, cada vez que perdemos o ganamos algo que valoramos.»

Dichas palabras de Rodrigo Soto plantean aquí una reflexión de tipo metaliteraria que permite aclarar la propuesta novelesca enunciada en el pacto de lectura de El nudo. Según la propia visión del escritor, contar una historia es contar “algo que le sucede a alguien”, lo cual se hace explícito en el discurso del narrador-escritor en el pacto de lectura de la novela. La teoría de la novela inherente a El nudo parece elaborarse a partir de este “algo que sucede a alguien ” en la presencia misma del verbo “suceder”. Es interesante constatar que R. Soto relaciona este “algo que sucede” al hecho de ganar o perder algo. En el caso de la novela, este fenómeno va aclarándose a medida que nos adentramos en la diégesis y parece encarnarse en el proceso vital de los personajes es decir el paso de la adolescencia a la edad adulta que materializa, en cierta medida, el paso de la pérdida de la inocencia a la ganancia de la culpa.

NOTAS:
1. Soto Rodrigo, El nudo, San José, Perro Azul, 2004, p.144-145.
2. Cortés Carlos, La gran novela perdida, historia personal de la literatura costarrisible, San José, Perro Azul, 2007, p.256.
3. Soto Rodrigo, El nudo, San José, Perro Azul, 2004, p. 144-145.
4. Soto Rodrigo, El nudo, San José, Perro Azul, 2004, p.7.
5. Soto Rodrigo, El nudo, San José, Perro Azul, 2004, p.7.
6. Soto Rodrigo, El nudo, San José, Perro Azul, 2004, p.9.
7. Soto Rodrigo, El nudo, San José, Perro Azul, 2004, p.9.
8. Cortés Carlos, La gran novela perdida, historia personal de la literatura costarrisible, San José, Perro Azul, 2007, p.257.



*Extracto de la tesina de maestría "El Nudo de Rodrigo Soto"

Diseño www.redcultura.com / Hosting: Tormenta Cerebral.S.A.